Mi odio hacia esta despreciable raza nació en mis tiempos de humano, cuando una tribu de estas bestias decidió saciar su hambre en la aldea en la que vivía.
Me encontraba cazando, pues era trampero, cuando sucedió todo. Divisé el humo a lo lejos, corrí hacia mi casa y lo único que encontré de mi familia, mis amigos y vecinos fueron los pedazos que no les gustaron.
No desesperé, y juré dedicar mi vida (y más tarde mi no-vida) a exterminar a todos los hombres lobo que encontrara.
No fue fácil, conseguí matar a uno pero en mi segundo encuentro las cosas no fueron tan bien. Terminé malherido, apenas conseguía arrastrarme por el suelo cuando mi sire me encontró. Me dió de beber su vitae y entonces sentí el poder de la sangre, me recuperé milagrosamente, casi al instante, me sentía más fuerte que nunca, imparable.
Estuvimos un tiempo juntos, cazando a las bestias, y a las que encontramos sintieron mi odio y mi sed de venganza, pero yo quería más.
Mi sire decidió que ya era el momento y me abrazó, desde entonces prosigo con la caza.
ESCORIA LUPINA, NO INTENTÉIS ESCONDEROS PUES OS ENCONTRARÉ
